sábado, 20 de noviembre de 2021

apocalipsis

No se si era originario o no, sólo se que en el pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires donde vivía lo llamaban “El Indio”. Hombre de edad indefinida que, sin lugar a dudas, nadie en el pueblo lo había visto nacer.

Vivía casí como un ermitaño leyendo la buenaventura a quienes querían conocer de amores, siembras, cosechas y de cualquier cosa que le deparara el futuro.

De noche pasaba horas leyendo las estrellas y cada mañana, después de meditar desde bien temprano acompañado de unos cimarrones goteados (así le llamaba al mate amargo cebado con agua caliente y un chorro de aguardiente) estaba listo para hablarle a los vecinos de su futuro.

Fue aquella mañana fría que tuvo una sensación que lo dejó preocupado. Algo andaba mal y no podía precisar qué. Pero mas se preocupó esa noche cuando observó que la chacana, que así le llamaba a la cruz del sur, había pedido gran parte de su brillo. Al día siguiente, las estrellas mas lejanas y pequeñas habían desaparecido. El Indio creyó comprender un inminente fin del mundo. Mas que eso, el universo entero estaba desapareciendo.

Aunque en el pueblo lo respetaban mucho, todos se burlaban de sus predicciones. Algunos pensaban que el viejo al fin había enloquecido; otros culpaban a la ginebra. La cuestión es que el Indio se preocupaba cada día más. Las estrellas desaparecían día tras día.

Aquella mañana, al despertar, comprendió impávido, el gran mensaje que le transmitía el brillo de las estrellas: ya no había ninguna estrella en el firmamento. Nunca más habría una estrella para él en el basto cielo. El Indio, había quedado ciego.


1 comentario:

Angeles dijo...

Qué buenas historias hay en este blog....hay que difundir. .lo digo yo,no el autor. Gracias por compartir