Como todas las
tardes, el Club era una romería. Todo el pueblo se reunía después de trabajar
para jugar al truco, a las bochas, mirar el partido en la televisión y tomar
alguna que otra copa. La gente entraba y salía sin ser notada. Sin embargo,
cuando él entró, unos segundos de silencio se hicieron eternos. 15 años había
durado su ausencia. 15 años de reclusión en la penitenciaría de Sierra Chica.
Algunos paisanos
se acercaron a darle la bienvenida, algunos le convidaron una copa, placer que
le había sido vedado por 15 años. Le contaron que su casa natal había sido
rematada por la justicia después del incidente de aquella fatídica tarde.
El invierno cierra
temprano sus puertas y los parroquianos comenzaron a irse para sus casas. El
pobre iba quedando sin saber dónde pasaría la noche. Muchos amigos, pero ¿quién
se llevaría a un asesino a sangre fría a pasar la noche con su familia? Así fue
que Julio, pidió dos botellas fiadas y lo invitó a su humilde rancho.
Comieron lo que
la pobreza le permitió a Julio ofrecer, tomaron unos vinos y Machete, con la
boca suelta comenzó a hablar:
Cuando mi padre
murió mi madre tuvo que hacerse cargo de mi, y de mis cinco hermanos. Lavaba, planchaba
y hacía lo que podía. Hizo lo necesario, hasta esas cosas que la gente
considera inmoral. Hombres que abusaban de la infortuna de nuestra familia
cambiando la moral de mi madre por unas pocas monedas y luego la condenaban y
difamaban.
Desde chico iba
al club y escuchaba palabras que no entendía, pero no me gustaban: -envido,
falta envido, quiero 33,te gané de mano. La mano que le metí a la madre de
Machete…. Y todo el mundo reía… Jugaban a las bochas y el mismo infeliz
gritaba: le arrimé el bochín como a la mamá de Machete…. No grités, que no sos
Juana……. Y así fui acumulando bronca aunque nunca pretendí venganza.
Pero el destino
tiene caminos que son extraños para nosotros y fue esa tarde, la del campeonato
de trucos que esperaban a Jacinto, y Jacinto no aparecía. Cuando la gente
empezó a preocuparse el comisario lo mandó a buscar. Yo, que estaba acodado al
mostrador tomando una gaseosa le dije:
-
“está
en su rancho”
-
¿vos
lo viste machete?
-
Vengo
de allá
-
¿y te
dijo si se iba a demorar?
-
Cuando
llegué se estaba afeitando, lo llamé para no dispararle por la espalda y cuando
se dio vuelta lo maté. Ya no podrá más difamar a mi madre.
El comisario
sonrió y salió a corroborar lo dicho. Yo terminé mi gaseosa. Nadie me detuvo
hasta la vuelta del comisario.
-
¿sabés
que te tengo que llevar preso?
-
Vamos,
le dije.
-
Tomate
otra gaseosa que yo pago, vas a pasar un tiempo largo sin poder acodarte al
estaño.
El comisario se
fue, yo terminé mi bebida y me presenté en el destacamento. 15 años han pasado,
15 años.